Dentro de cinco días cumplirá 45 años el largometraje (después devenido en "medio", por un accidente que arruinó parte del filme) "Nosotros y los Otros", película filmada en el paso de super-8 el año 1974/75, y estrenada el 20 de julio de 1975.
Jorge Castillo, como uno de sus hacedores, recordó este acontecimiento con un artículo publicado años atrás.
“Nosotros y los Otros”, es la experiencia cinematográfica llevada a cabo por un grupo de locos lindos que se apoyaron mutuamente y sin condicionamientos para llevar el proyecto al pequeño celuloide del paso Super-8, el mismo que en Francia comenzaba a utilizar Jean Luc Godard para demostrar que el cine no tiene limitaciones de formato, pero si un lenguaje que es necesario revivir en cada realización.
Desde la posición ideológica que nos sustenta, sostenemos que no hay cultura separada del ambiente natural; de la historia local; de los mitos y creencias regionales. Que la cultura es a imagen y semejanza del hombre que la crea; mejor aún, de los pueblos que integran esos hombres, trans-formados en comunidad.
La experiencia nos sirvió a todos quienes intervenimos en aquella realización, pero espe-cialmente a quienes asumimos el compromiso de producir y dirigir el filme porque pudimos inte-grarnos más y mejor al ambiente en que vivimos y establecimos importantes relaciones de amistad con muchos de los actores, lo que nos permitió reincidir varias veces más en experiencias creativas de ese tipo. Seguramente en esa época empezamos a forjar eso que cuatro años después y aliados con otros amigos de igual fuerza y convicción que los actores de la película, nos llevó a crear la Comisión de Recuperación del río Negro.
La historia se hizo a fuerza de machacar acerca del derecho que nos asiste a los ciudadanos de disfrutar el ambiente en que moramos y a gozar de una buena calidad de vida.
Entre otros aspectos positivos, con “Nosotros y los Otros” nos ganamos el cariño y el apoyo de la gente; el estímulo de la prensa local –incluso algunos comentarios publicados por diarios nacionales como “Clarín” y “La Nación”- y la amistad de periodistas como Eduardo López, Cristina Matta, Luis Moro, Guido Miranda y Carlos López Piacentini o Ceferino Geraldi, etc. El “polaco” Derewicky, quien en ese entonces trabajaba aún para “El Territorio”, nos ofreció la vieja teletipo para generar los caracteres de los créditos del filme.
Faltaban por lo menos veinte años más para que pudiéramos editar nuestros videos en computadoras.
Los colaboradores fueron incontables. Podemos recordar a quiénes participaron en la experiencia leyendo el programa costeado por la legendaria empresa “Olegario”, de la familia Valdés, diseñado por Luis Nachón, quien ofició también de fotógrafo y representó el “borracho” perdido que en la película–en la escena de la bailanta- se esfuerza en atraer la atención de “Doña Filomena” (Chichin Obal) buscando pelea con el peón (Carlos Jolinont, quien también en escenas posterioresdel mismo filme personificara al matador de Isidro Velázquez).
La banda sonora merece un comentario aparte: fue compuestapor nosotros en base a tres melodías simples: “Romance”, un trío para el inicio y el final; “Pastoral”, para el desarrollo y “Dan-za del Pombero”-imitando la sonoridad delos conjuntos tobas-para la escenafestiva en el campo de girasoles. Colaboraron Juan Lansky, en guitarra, y Ricardo Lombardo, en flauta dulce, “n’viké”y percusión.La compaginación sonora se hizo en el estudio de Jorge Ott.
La participación de tanta gente superó el optimismo inicial, porque hasta hoy cuesta creer tanta buena voluntad puesta al servicio de una causa cuyos resultados nadie podía dar fe que pudieran servir para algo, y que sin embargo significó un mojón hasta hoy no modificado, cual es el de ser “primera, única y última película de largometraje hecha en el Chaco, con actores y director locales”, como decíamos en aquel entonces, orgullosos de estar contribuyendo de esta manera, aunque sea en pequeña medida, a consolidar el patrimonio cultural de nuestra provincia.
El día del estreno fue el domingo 20 de julio de 1975, en la sala de la ENET Nº 1. Una larga cola de público había estado pugnando por entrar desde hacía una hora y media antes, habiéndose agotadolas entradas antes de lo previsto, para alegría de ATTACH, la Asociación de Trabajadores de Teatro del Chaco, que auspició esa función y todas las que se sucedieron después, especialmente en barrios del Gran Resistencia y otras localidades del interior chaqueño, y una en Santa Fe.
Eran otros tiempos, y Ricardo Bosch y María Luisa Tarnoski; Josecito Fuentes, Chichín Obal y Carlos Canto, por ejemplo, alambraban junto a Eduardo Jara, Hector “Pombero” Veronese y Lina de Soto, orgullosa ésta última de haber podido llorar una vez más como en aquellas giras teatrales por el interior. Lina–ya entonces varias veces abuela, y por añadidura suegra de Deolindo Felipe Bittel, a la sazón Gobernador del Chaco- se autoproclamaba (y de hecho se consagró como tal) “especialista en llanto” y por cierto que sabía hacerlo muy bien.
Cuando fuimos al cementerio de Machagai para re-gistrar el momento en que la madre de Isidro Velázquez visita la tumba de su hijo, hizo su trabajo tan eficientemente que una familia integrada por los padres y un niño, se aproximaron compungidos a Lina para consolarla, creyendo que se trataba de verdad de la madre. Nosotros, como diciendo “tierra tragame”, emprendimos la retirada, no sea que esa gente se percatara que todo era una representación,
La noche de la “premier”, los vecinos, los amigos y los parientes, pero también público en general, se mantuvieron estoicamente a la intemperie a pesar del plantón y del frío, hasta que pudie-ron entrar. Es que los diarios se habían encargado de promover el filme generosamente durante largos meses y la expectativa de la gente era grande. Tras el final de la película, vinieron los aplausos y la rabieta de algunos, en la cabina de proyección, porque no pudimos solucionar algunos problemas técnicos quede haberse previsto no se hubieran producido. Pero en general, todos quedaron contentos de haber escrito un capítulo impensado de la historia local. Una linda experiencia que los protagonistas seguimos recordando con respeto y placer, porque permitió que ensayáramos nuevas formas de comunicación e intentáramos construir de un proyecto individual, uno que alcanzó, al final, la dimensión de lo comunitario. Como siempre decimos en los aniversarios, feliz cumpleaños, brujas, lobizón, Pombero, mochilero, diablos, Isidro Velásquez y demás personajes. Y especialmente, muchas gracias a los amigos que hicieron posible que el saber popular adquiriera –aunque sea por un tiempito- el valor agregado que el “progreso” se empeña en no reconocerle. Qué más se puede pedir para ser felices, que después de cantar a la aldea -y de gozar con ello- los demás nos aprueben.
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